martes, 28 de diciembre de 2010

La promesa de un mundo para los dos

Prometer algo es mucho más díficil de lo que parece,
es la responsabilidad de perseguir lo prometido hasta cumplirlo.
Es un peso que te persigue, que llevas con vos a todos lados.
Es algo a lo que no podes escapar.

¿Qué es un mundo?
Un mundo no es un lugar físico, es mucho más que eso.
Es donde te encontrás, donde esta todo lo esencial, lo que realmente necesitas;
es donde esta tu esencia, con tus grandezas y miserías.
Es todo.

Un día te prometí un mundo para los dos,
y quizás no medí mi promesa al hacerla.
No medí tampoco la idea de que eso se construye de a dos.
Suelo no medirlas y prometer cosas que después me cuesta tanto cumplir,
pero la simple idea de no cumplirla me tortura tanto que siempre logro mi cometido,
sin importar los costos ni sus consecuencias.
Pero esta vez no fue así,
quizás fue eso lo que me torturo tanto,
no poder cumplir mi promesa.

A veces pienso que en algún momento logramos formarlo.
Yo sentía que junto a vos, era realmente yo.
Llegué a conocerme mucho al lado tuyo,
y siempre busqué mostrarte esas cosas nuevas que iba descubriendo de mi,
nosé si lo habré logrado.
Y me obsesioné tanto en querer conocerte que no
te dí el tiempo a que me enseñes de ti.
Me propuse conocerte por mi cuenta
y me agarré de cosas superficiales y sin importancia verdadera.
Quizás suena un poco irónico decir que vos eras vos conmigo,
es obvio que no fue así,
pero hay algo en mi cabeza soñadora e inocente, y negadora, 
que me hace pensar que ese que fuiste conmigo
sos vos realmente, tu esencia.
La verdad es que no lo sé.

Pasó ya mucho tiempo desde aquella promesa.
El tiempo me detuvo en ella y en la obsesión de cumplirla, la necesidad.
Se convirtió en una mochila de piedras
que me pesó mucho en este largo viaje que duró dos años.
Frenó muchas veces mi camino y me causó fuertes dolores de espalda.

Pasó mucho tiempo ya de aquel día en que prometí aquel sueño tan bello.
Hoy, entiendo que no sólo fue una promesa contigo, sino conmigo misma.
Lo añoraba tanto, que hoy me cuesta tanto aceptar que no pude.
Lo intenté, juro que lo intenté, pero fui demasiado cobarde.

En estos tiempos esa mochila de piedras ya no pesa tanto en la espalda.
La siento más liviana y puedo seguir mi camino con mayor fuerza y más firme.
En todo este tiempo aprendí mucho
y, aunque finalmente mido la magnitud de mi promesa,
sé que volvería a prometerla sin pensarlo. 

Sé también que era imposible hacerlo sino era de a dos
y también sé que vos nunca me prometiste nada.
Y no puedo culparte por eso.

Hoy logro conseguir mi perdón,
nose si logre conseguir el tuyo.
No es eso lo que me propongo tampoco,
sí que me entiendas en mis mayores miserias,
ojala puedas.

Fueron tardes muy felices, que siempre quedarán.
Fue un placer cruzarse en este mundo tan grande
y lleno de personas que no logran encontrarse consigo mismas.

Me consuela creer que quizás el destino,
que nunca apostó demasiado por nosotros,
 un día nos vuelva a cruzar;
y logre esta vez cumplir mi promesa, no lo sé,
eso dependerá de nosotros.
Hasta ese entonces, o hasta nunca, o hasta siempre, quien sabe.

1 comentario: